miércoles, 24 de julio de 2013

Vitamina D

Cáncer de piel y vitamina.

En los primeros años de siglo se alertó sobre el déficit generalizado de vitamina D y su posible asociación con varias enfermedades. Esta vitamina se produce en la piel a partir del colesterol por acción de la luz ultravioleta de los rayos del Sol. Antes de que sea una molécula biológicamente activa, todavía tiene pasar por el hígado y el riñón, donde le añaden o quitan cosas. Entonces ya puede ejercer su papel hormonal.
Se creía que su función era exclusivamente la regulación del metabolismo del calcio y el fósforo. Así es como contribuye a la formación y mantenimiento de los huesos. Hoy se le atribuyen un sin número de funciones. La más conocida es la prevención de la osteoporosis, también se piensa que puede evitar caídas en los ancianos a través de la mejora de la función neuromuscular, pero no hay suficientes pruebas a pesar de los cuantiosos intentos para demostrarlo. Con menos sustento se especula sobre su posible efecto protector contra algunos cánceres, especialmente de intestino, próstata y mama, como regulador de la tensión arterial y de la respuesta inmune y, por no alargarme, como un elemento potencialmente protector de la enfermedad cardiovascular.
La piel de los humanos y el sol han llegado a un equilibrio gestado a través de los siglos. Los rayos ultravioleta que son necesarios para la síntesis de la vitamina D son también la causa del cáncer de piel. La selección natural en los lugares de gran exposición solar fue dando prioridad reproductiva a los seres humanos que fabricaban mucha melanina, mientras en las zonas de la Tierra donde los rayos ultravioleta escasean y llegan oblicuos seleccionó seres humanos que apenas la fabrican. No sé si el prestigio de la piel clara tiene que ver con las invasiones indoeuropea que llegaron a Grecia aproximadamente en el año 1500 a.C. trayendo consigo una forma de vida que canta Homero, rememorando la época dorada de las epopeyas. Como vencedores de los pueblos semitas, los héroes de ojos y piel claros establecieron la norma que todavía hoy predomina. La blancura de la tez que indicaba que procedían de esos pueblos arios y que demostraba que no tenían que someterse a las inclemencias del tiempo como los pobres campesinos.
El sol que está estos días en el cenit, lanza sus rayos perpendiculares sobre la Tierra, que penetran como agujas en nuestra piel. No es porque estemos más cerca, en el otro solsticio, en el de invierno, estamos exactamente a la misma distancia, pero entonces, como la Tierra rota inclinada, recibimos los rayos de sol tan oblicuos que apenas calientan. Cuanto más penetren, más reacciona la piel: sus células se activan para producir melanina que la proteja. Cuando no la producen, o producen poca, los rayos ultravioleta tienen más oportunidades de dañar la estructura del ADN, como lo hacen los rayos X y provocar el cáncer de piel. Es el más frecuente en los países occidentales, pero no es -ni mucho menos- el que más mata. De hecho, la mayoría de ellos sólo producen lesiones en las partes expuestas, que se tratan con bastante éxito. Son los cánceres de células basales y células espinosas. Pero hay uno, el melanoma, que es muy letal. Éste, cuya incidencia en algunos países aumenta a velocidades inquietantes, no está claro qué relación tiene con la exposición solar.
La vida transcurre hoy en día en el interior. De nuestras casas al trabajo, muchas veces en coche o autobús, el tiempo libre cada vez más secuestrado por las pantallas. Cada vez nos exponemos menos al Sol: quizá tengan razón los que defienden la toma regular de vitamina D porque nuestros ancestros vivían al aire libre y no creo que hayamos seleccionado genes que nos hagan más eficientes al fabricarla. Esa selección ya se hizo, como he comentado. Las personas de piel oscura están en desventaja en la vida urbana moderna.
Pero ahora, ya en pleno verano, llega el momento de tomar el sol. Recibimos en pocos días dosis brutales. Esos beneficios potenciales de mejorar nuestros niveles de vitamina D se pierden ante el claro riesgo de cáncer de piel. Debemos ser cautos. La protección solar mediante cremas probablemente prevenga los cánceres escamosos, no está claro que lo hagan del carcinoma de células basales ni, mucho menos, del melanoma. Lo que cada vez inquieta más es que la sensación de estar protegido invite a tomar el sol largas horas. Todo indica que la dosis de sol que se recibe en una sesión es lo más peligroso. Desde luego, hay que utilizar cremas protectoras, pero lo más importante es evitar los baños de sol prolongados. Conviene pasar buena parte de la jornada a la sombra, combinado con cortos períodos de exposición solar. Si está más tiempo a la intemperie utilice sombrillas, sombreros o ropa.
 

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