Félix Mantilla: «Nunca pensé que el sol podía hacer tanto daño»
Un 5 de mayo de 2003, sobre la arcilla de Roma, un jubiloso y eufórico deportista español alzaba sus brazos al cielo de la ciudad eterna.
Acababa de lograr el mayor hito de su carrera: ganar un Master Series frente al mejor jugador de tenis de la historia, Roger Federer. Este gran triunfo en la central del Foro Itálico era el merec...ido premio a una sacrificada y exitosa carrera en la que ya relucían nueve títulos en su palmarés y una semifinal de Roland Garros.
Aquel soleado y exultante domingo primaveral de principios de siglo, ni Félix Mantilla ni ningún amante de la raqueta se podían imaginar el duro revés que la vida guardaba al campeón catalán.
«Yo soy de un fototipo de piel clara. Por eso, desde que un año me quemé en el Open de Australia, mi dermatólogo Joseph Malvehy me advirtió que tuviera mucho cuidado con el sol. En una de mis visitas rutinarias, en noviembre de 2005, Joseph vio una peca en la espalda que no le hizo mucha gracia. Decidió que lo más adecuado era hacerme una biopsia…»
Ahí empezó su vía crucis. El especialista le comunicó que era un melanoma: el cáncer cutáneo más agresivo y mortal. Por encima de cualquier otra cualidad, el extenista catalán de 36 años es una persona muy positiva y valiente.
Escudado en su optimismo y madurez transmitió la desgracia a sus allegados: “Fue bastante gracioso. Llamé por teléfono a mi hermana y le avisé de que tenía que hablar con la familia para darles una noticia importante. Ella se emocionó y me preguntó si era que me casaba o que iba a ser padre. Entonces, para evitar malentendidos, le dije que juntara a la familia y así comunicar la noticia en persona».
Miedo y esperanza
Faltaba una segunda biopsia y era pronto para saber hasta dónde llegaba el jaque del destino: «Esta vez no fui solo. Mis padres me acompañaron a por los resultados. Recuerdo que la cita era a las seis de la tarde. Pasaban los minutos y nadie nos llamaba. Seis y cuarto, seis y media, siete menos cuarto. Nos tem’amos lo peor. Por fin a las siete vino Joseph y, afortunadamente, con una buena nueva».
No estaba extendido. El melanoma se había detectado a tiempo. El diagnóstico precoz le salvó la vida. La esperanza apretaba más fuerte que el miedo. La incredulidad se diluía frente al arrojo. La tristeza se retiraba para luchar con determinación.
La entereza de Mantilla fue decisiva para salir adelante. El cáncer estaba en su fase inicial. No fueron necesarias ni quimio ni radioterapia. Pero sí dos delicadas intervenciones quirúrgicas que neutralizaron por completo aquel melanoma y cualquier atisbo de agravamiento: «Soy una persona muy fuerte mentalmente. Tengo claro que la vida no es de color de rosa y por eso desde el principio me tomé toda esta pesadilla aceptando con sensatez cualquier novedad. Lo que tenga que pasar, pasará, me decía. Preocuparse por algo que a lo mejor no tiene solución es tontería. Si te ha tocado, te ha tocado. Yo tuve la suerte de dar con Joseph. No es nada sencillo detectar un melanoma en su fase inicial, y él lo hizo. Me siento afortunado».
Tras pasar por las manos de Malvehy, una eminencia mundial en lo que a cáncer cutáneo se refiere, Félix se somete a revisión cada tres meses.
El partido más importante de su vida empezó con set en blanco en contra, pero, como el gran jugador que fue, supo reponerse y remontar hasta llevarse la victoria final.
Pero Félix no se conformó con este triunfo. Todavía tenía retos muy importantes por delante. Casi dos años después de ser diagnosticado de cáncer, regresó a las pistas.
Solo fueron unos cuantos torneos, pero el volver a sentirse tenista no tenía precio. En abril de 2008 decidió dejarlo definitivamente.
Su fundación
En adelante, volcaría todos sus esfuerzos en la Félix Mantilla Foundation, un ilusionante proyecto recién estrenado en 2011.
«Desde que supe que tenía cáncer ya empecé a darle vueltas a lo de la Fundación. El objetivo es concienciar y educar a la gente, sobre todo a los niños, del peligro de exponerse al sol sin la prevención adecuada; desarrollar programas de investigación acerca del melanoma y del cáncer de piel; e intentar fomentar la realización de deporte seguro si este se lleva a cabo bajo el sol».
El catalán reconoce que es un sueño cumplido el poder ser útil y evitar sufrimientos como el que él padeció y que no siempre tienen final feliz: «Yo fui un ignorante. Nunca pensé que el sol te podía hacer tanto daño. Por eso creo que enseñar a la gente unos hábitos de protección solar es necesario. El objetivo es llevar la Fundación a todo el mundo y aportar nuestro granito de arena a la lucha contra el cáncer de piel».
Un 5 de mayo de 2003, sobre la arcilla de Roma, un jubiloso y eufórico deportista español alzaba sus brazos al cielo de la ciudad eterna.
Acababa de lograr el mayor hito de su carrera: ganar un Master Series frente al mejor jugador de tenis de la historia, Roger Federer. Este gran triunfo en la central del Foro Itálico era el merec...ido premio a una sacrificada y exitosa carrera en la que ya relucían nueve títulos en su palmarés y una semifinal de Roland Garros.
Aquel soleado y exultante domingo primaveral de principios de siglo, ni Félix Mantilla ni ningún amante de la raqueta se podían imaginar el duro revés que la vida guardaba al campeón catalán.
«Yo soy de un fototipo de piel clara. Por eso, desde que un año me quemé en el Open de Australia, mi dermatólogo Joseph Malvehy me advirtió que tuviera mucho cuidado con el sol. En una de mis visitas rutinarias, en noviembre de 2005, Joseph vio una peca en la espalda que no le hizo mucha gracia. Decidió que lo más adecuado era hacerme una biopsia…»
Ahí empezó su vía crucis. El especialista le comunicó que era un melanoma: el cáncer cutáneo más agresivo y mortal. Por encima de cualquier otra cualidad, el extenista catalán de 36 años es una persona muy positiva y valiente.
Escudado en su optimismo y madurez transmitió la desgracia a sus allegados: “Fue bastante gracioso. Llamé por teléfono a mi hermana y le avisé de que tenía que hablar con la familia para darles una noticia importante. Ella se emocionó y me preguntó si era que me casaba o que iba a ser padre. Entonces, para evitar malentendidos, le dije que juntara a la familia y así comunicar la noticia en persona».
Miedo y esperanza
Faltaba una segunda biopsia y era pronto para saber hasta dónde llegaba el jaque del destino: «Esta vez no fui solo. Mis padres me acompañaron a por los resultados. Recuerdo que la cita era a las seis de la tarde. Pasaban los minutos y nadie nos llamaba. Seis y cuarto, seis y media, siete menos cuarto. Nos tem’amos lo peor. Por fin a las siete vino Joseph y, afortunadamente, con una buena nueva».
No estaba extendido. El melanoma se había detectado a tiempo. El diagnóstico precoz le salvó la vida. La esperanza apretaba más fuerte que el miedo. La incredulidad se diluía frente al arrojo. La tristeza se retiraba para luchar con determinación.
La entereza de Mantilla fue decisiva para salir adelante. El cáncer estaba en su fase inicial. No fueron necesarias ni quimio ni radioterapia. Pero sí dos delicadas intervenciones quirúrgicas que neutralizaron por completo aquel melanoma y cualquier atisbo de agravamiento: «Soy una persona muy fuerte mentalmente. Tengo claro que la vida no es de color de rosa y por eso desde el principio me tomé toda esta pesadilla aceptando con sensatez cualquier novedad. Lo que tenga que pasar, pasará, me decía. Preocuparse por algo que a lo mejor no tiene solución es tontería. Si te ha tocado, te ha tocado. Yo tuve la suerte de dar con Joseph. No es nada sencillo detectar un melanoma en su fase inicial, y él lo hizo. Me siento afortunado».
Tras pasar por las manos de Malvehy, una eminencia mundial en lo que a cáncer cutáneo se refiere, Félix se somete a revisión cada tres meses.
El partido más importante de su vida empezó con set en blanco en contra, pero, como el gran jugador que fue, supo reponerse y remontar hasta llevarse la victoria final.
Pero Félix no se conformó con este triunfo. Todavía tenía retos muy importantes por delante. Casi dos años después de ser diagnosticado de cáncer, regresó a las pistas.
Solo fueron unos cuantos torneos, pero el volver a sentirse tenista no tenía precio. En abril de 2008 decidió dejarlo definitivamente.
Su fundación
En adelante, volcaría todos sus esfuerzos en la Félix Mantilla Foundation, un ilusionante proyecto recién estrenado en 2011.
«Desde que supe que tenía cáncer ya empecé a darle vueltas a lo de la Fundación. El objetivo es concienciar y educar a la gente, sobre todo a los niños, del peligro de exponerse al sol sin la prevención adecuada; desarrollar programas de investigación acerca del melanoma y del cáncer de piel; e intentar fomentar la realización de deporte seguro si este se lleva a cabo bajo el sol».
El catalán reconoce que es un sueño cumplido el poder ser útil y evitar sufrimientos como el que él padeció y que no siempre tienen final feliz: «Yo fui un ignorante. Nunca pensé que el sol te podía hacer tanto daño. Por eso creo que enseñar a la gente unos hábitos de protección solar es necesario. El objetivo es llevar la Fundación a todo el mundo y aportar nuestro granito de arena a la lucha contra el cáncer de piel».